
Entonces luego de hacer diferentes pruebas en medios pliegos, surge la idea de hacer un papelógrafo al estilo Chacón, primero se realizan diferentes ensayos en el laboratorio por medio de la prensa, donde los jugos de los objetos sobrepasaban el espacio de la prensa e incluso chorriando el suelo, desvordando, reventando e imprimiendo la huella del objeto orgánico en el papel. Cada color, cada rastro de la organicidad en el papel permitía ver colores, texturas e incluso olores, aveces algo putrefactos de los objetos. Finalmente al reunir varios objetos de diferentes especies pero bajo la misma característica de lo orgánico se armaba algo pictórico que caracterizó al trabajo en todo su proceso.

Sin embargo, existía la necesidad de llevar el trabajo más ayá de lo que había sido hasta el momento, remitiendolo mucho más al contexto del que procedía y a la relación con la propia identidad. Entonces el objeto pasaría a conectarse con su origen al someterlo al prensado diferente de forma más ilimitada y prolongada sobre los papelógrafos.

Entonces la rueda es la prensa y actúa sobre el objeto, sobre mi misma, sobre la organicidad esparciendo, revasando el papel de esa mancha orgánica de objetos aplastados. La prensa entonces activa la mancha y prolonga los objetos, los imprime, los hace duraderos, verdaderos, pictóricos.


Finalmente, la mancha orgánica queda impresa en el papel, a ello se suma la intervención con la cual se finalizará el proyecto instalandolo en el ámbito público, como un verdadero papelógrafo político, que naturalmente adquiere otro sentido al mostrar en vez de letras un enorme garabato de frutas y verduras aplastadas, algunas podrídas, impresas en el papel camisa.

Desde la esquina se escucho un evidente colocolino, ¡Saca altiro esa weá de ahi! ja..
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